Los chicos que no podían escribir ni un párrafo
Daniel Samper Pizano
Si los alumnos de Comunicación no logran comunicarse, ¿qué cabe esperar de los demás? Poco.
Siguiendo sabios consejos de suegros gruñones, me propuse ser hostil con los pretendientes de mis hijas y generoso y afable cuando se convertían en sus maridos. Una de las pruebas a las que me encantaba someter a los pretendientes era la de lecturas: llegaban en plan de visita de novios y entonces el papá de la niña se sentaba cejijunto en la sala a charlar con ellos sobre libros.
En cierta ocasión pregunté al aspirante a la mano de M*** por su autor favorito y, en vez de salir por peteneras con uno de lectura escolar obligada, me respondió que era Peppo. Maravilloso: al fin llegaba un tipo culto, un apasionado por la rica literatura italiana... Entusiasmado, le averigüé por ese escritor que yo desconocía y me dijo -radiante él al verme radiante a mí- que se trataba del autor del cómic Condorito. Poco tardó en abandonar toda pretensión sobre mi hija y huir para siempre. (Epílogo: las dos se casaron con individuos que no solo son excelentes lectores, sino hasta buenas personas.)
Pensé en este episodio al leer el viernes en El TIEMPO una columna del profesor Camilo Jiménez, que renunció a su cátedra de Comunicación Social en la Universidad Javeriana atribulado por la incapacidad de sus alumnos para redactar en forma correcta y coherente un párrafo de 100 palabras, la sexta parte de las que contiene Cambalache. Jiménez asignó la tarea de sintetizar un libro a 30 alumnos de semestres avanzados. "Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos", explica. Plazo: cuatro meses. Los estudiantes, de clases medias o altas, habían cursado 13 años en colegios particulares. El resultado fue un desastre. Ninguno pudo presentar un texto aceptable, compacto y claro, sin faltas de ortografía ni de gramática. "Tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo", dice. Pero fracasaron. Decepcionado, Jiménez presentó renuncia.
En su testamento como pedagogo revela que hace nueve años, cuando empezó la cátedra, los estudiantes tenían tropiezos para escribir una síntesis bien hecha, "pero se lograba avanzar". Desde hace dos o tres, agrega, la situación es imposible. No solo son incapaces de armar un párrafo según lo pide el profesor, sino que, en general, parecen apáticos, desconocen la ironía y muestran escasa curiosidad.
Si los alumnos de últimos semestres de Comunicación no logran comunicarse, ¿qué cabe esperar de los demás? Poco. Lo sé porque recibo a diario decenas de correos y me sorprende descubrir alguno bien escrito. No quiero mencionar los foros virtuales de prensa, cloacas donde la sindéresis es la víctimas más leve, dadas las atrocidades que se expelen y que medios respetables anidan sin mosquearse.
Las pruebas Pisa han mostrado el atraso de nuestra educación. En algún momento supusimos que las formidables tecnologías electrónicas -Internet, redes sociales, información al alcance de una tecla- iban a impulsar de manera automática la formación de los jóvenes. Está sucediendo algo distinto. Con egregias excepciones, el lenguaje precario y truncado de los SMS sacrifica su capacidad de expresarse: la velocidad del pulgar supera la del pensamiento. Desconocen el silencio. Les cuesta concentrarse. Si no fuera por los indignados, se diría que buena parte de los futuros ciudadanos habitan un limbo informático, donde reflexionan menos, se expresan como en las cavernas y renuncian al espíritu crítico. El profesor Jiménez ha pisado un callo doloroso.
ESQUIRLAS. Cientos de miles de colombianos se unieron para exigir la liberación de los compatriotas secuestrados por la guerrilla y decir sí a la paz, no a las Farc y no al secuestro. También hubo manifestaciones en varias ciudades del mundo. Numerosas personas nos dimos cita en la plaza de la Ópera de Madrid para apoyar la causa común contra el secuestro y las atrocidades de las Farc. En la tribuna, un protagonista de excepción: el general Luis H. Mendieta, que estuvo doce años encadenado en la manigua. ¿Entenderán este claro mensaje los nuevos jefes del grupo?
cambalache@mail.ddnet.es
En cierta ocasión pregunté al aspirante a la mano de M*** por su autor favorito y, en vez de salir por peteneras con uno de lectura escolar obligada, me respondió que era Peppo. Maravilloso: al fin llegaba un tipo culto, un apasionado por la rica literatura italiana... Entusiasmado, le averigüé por ese escritor que yo desconocía y me dijo -radiante él al verme radiante a mí- que se trataba del autor del cómic Condorito. Poco tardó en abandonar toda pretensión sobre mi hija y huir para siempre. (Epílogo: las dos se casaron con individuos que no solo son excelentes lectores, sino hasta buenas personas.)
Pensé en este episodio al leer el viernes en El TIEMPO una columna del profesor Camilo Jiménez, que renunció a su cátedra de Comunicación Social en la Universidad Javeriana atribulado por la incapacidad de sus alumnos para redactar en forma correcta y coherente un párrafo de 100 palabras, la sexta parte de las que contiene Cambalache. Jiménez asignó la tarea de sintetizar un libro a 30 alumnos de semestres avanzados. "Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos", explica. Plazo: cuatro meses. Los estudiantes, de clases medias o altas, habían cursado 13 años en colegios particulares. El resultado fue un desastre. Ninguno pudo presentar un texto aceptable, compacto y claro, sin faltas de ortografía ni de gramática. "Tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo", dice. Pero fracasaron. Decepcionado, Jiménez presentó renuncia.
En su testamento como pedagogo revela que hace nueve años, cuando empezó la cátedra, los estudiantes tenían tropiezos para escribir una síntesis bien hecha, "pero se lograba avanzar". Desde hace dos o tres, agrega, la situación es imposible. No solo son incapaces de armar un párrafo según lo pide el profesor, sino que, en general, parecen apáticos, desconocen la ironía y muestran escasa curiosidad.
Si los alumnos de últimos semestres de Comunicación no logran comunicarse, ¿qué cabe esperar de los demás? Poco. Lo sé porque recibo a diario decenas de correos y me sorprende descubrir alguno bien escrito. No quiero mencionar los foros virtuales de prensa, cloacas donde la sindéresis es la víctimas más leve, dadas las atrocidades que se expelen y que medios respetables anidan sin mosquearse.
Las pruebas Pisa han mostrado el atraso de nuestra educación. En algún momento supusimos que las formidables tecnologías electrónicas -Internet, redes sociales, información al alcance de una tecla- iban a impulsar de manera automática la formación de los jóvenes. Está sucediendo algo distinto. Con egregias excepciones, el lenguaje precario y truncado de los SMS sacrifica su capacidad de expresarse: la velocidad del pulgar supera la del pensamiento. Desconocen el silencio. Les cuesta concentrarse. Si no fuera por los indignados, se diría que buena parte de los futuros ciudadanos habitan un limbo informático, donde reflexionan menos, se expresan como en las cavernas y renuncian al espíritu crítico. El profesor Jiménez ha pisado un callo doloroso.
ESQUIRLAS. Cientos de miles de colombianos se unieron para exigir la liberación de los compatriotas secuestrados por la guerrilla y decir sí a la paz, no a las Farc y no al secuestro. También hubo manifestaciones en varias ciudades del mundo. Numerosas personas nos dimos cita en la plaza de la Ópera de Madrid para apoyar la causa común contra el secuestro y las atrocidades de las Farc. En la tribuna, un protagonista de excepción: el general Luis H. Mendieta, que estuvo doce años encadenado en la manigua. ¿Entenderán este claro mensaje los nuevos jefes del grupo?
cambalache@mail.ddnet.es
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