"La explosión de las vanidades
Ese antiguo pecado está hoy tan de moda que algún futuro historiador podría perfectamente nombrar a la nuestra la Era Vana. Es uno de los factores sobresalientes de nuestra cultura, en una época en la que han colapsado las utopías, en la que no quedan grandes ideales, y en la que no hay corrientes artísticas ni filosóficas que le estructuren alguna medida de sentido a la cacofonía del mundo.
En esa ausencia de ideas civilizantes, la sociedad entera vive en un ensimismamiento con su belleza o su interés, o, cuando le faltan, con los medios para obtenerlos. Así, los fenómenos sociales que definen nuestra era son los gimnasios atiborrados, al igual que las salas de espera de los cirujanos plásticos; las píldoras para la eterna juventud, cuya publicidad mentirosa por fin estamos aprendiendo a castigar; la proliferación en la TV de realities y de programas de concurso cuyos premios no son, como antes, dinero, una nevera o un televisor (o, en la fórmula clásica: casa, carro y beca), sino la notoriedad; y la vanidad extrema de las redes sociales en Internet, en las que cada uno se comporta como si fuera una pequeña estrella de cine y su existencia fuera tan abundante, tan trascendentes sus ideas, tan edificantes sus vivencias, que merecen ser dadas a conocer segundo a segundo.
El arte del Renacimiento gozaba mancillando sus representaciones de la vanidad con calaveras, frutas podridas y relojes de arena, para que a nadie se le olvidara que la muerte igualaba al rey con el mendigo y condenaba a la futilidad todo lo terreno. Pero el siglo XX fue pródigo en encontrar justificaciones para los peores comportamientos —hasta Hitler y Stalin pudieron disfrazar su barbarie de un nacionalismo glorioso—, y encontró la excusa para la vanidad en la ‘autoestima’.
Ese mito moderno, ese terror a tener algún desperfecto, a ser un poco menos sociable que el resto, o menos delgado, o a tener menos busto —es decir: a ser humanos—, es el cómplice de la explosión de las vanidades. Todo se justifica con la excusa de la autoestima: los implantes mamarios, la relajación de las normas para calificar estudiantes, la farmacodependencia.
La sociedad existió por miles de años sin la obsesión de ser seres perfectamente adaptados y no pasaba nada. Ahora que vivimos en pánico de desviarnos así sea mínimamente del promedio —que a los niños los estimulamos ‘tempranamente’, no vaya a ser que se conviertan en unos desadaptados—, hemos creado un círculo vicioso de ansiedad que solo se corrige con más autoestima (y terapias, y drogas): una sociedad a la que se la llevó el envanecimiento, que es como decir —recordemos que es el pecado de Satanás— que se la llevó el diablo".
Por Thierry Ways
ca@thierryw.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario