miércoles, 1 de agosto de 2012
El verbo de la unanimidad
http://cultural.argenpress.info/2012/08/el-verbo-de-la-unanimidad.html
Edgar Borges (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
“(No
me gusta) la unanimidad sacerdotal, clerical, de los comunistas.
Siempre he sido de izquierda y no me iba a hacer de derechas porque no
me gustaban los clérigos comunistas, entonces me hice trotskista. Lo que
pasa que luego, cuando estuve entre los trotskistas, tampoco me gustaba
la unanimidad clerical de los trotskistas, y terminé siendo anarquista
[...]. Ya en España encontré muchos anarquistas y empecé a dejar de ser
anarquista. La unanimidad me jode muchísimo”.
Roberto Bolaño
La
forma como el poder impone su versión de la realidad ha ido mutando a
través del tiempo. Lo que antes instauraban por la fuerza, hoy, cada vez
con más puntería, lo hacen con el verbo. Hacia finales del siglo XX
todavía era posible exponer, con cierto margen de espacio, tu
perspectiva de la realidad. Hoy, en la segundad mitad de un nuevo siglo
saturado de mecanismos de información, el discurso de la unanimidad
aplasta la particularidad de cada existencia.
La
construcción de un “pensamiento único”, diseñado por clanes, cuyo
objetivo es imponer un guión (financiero) a la totalidad del planeta, en
el desarrollo de la trama ha ideado un traje a la medida de cada
historia. En la actualidad, en medio de circunstancias que parecen
sacadas de una mediocre tragedia, ese guión opera como una franquicia
accesible a cualquier poder que la quiera usar, en “sana paz”, en “su
pedazo de tierra”. Siempre que respete, en la práctica más que en el
verbo, a los dueños de la marca. Cada país, a su manera, está siendo
víctima del discurso de la unanimidad. Una clase de fundamentalismo que
pregona la “defensa” de la opinión de las mayorías se ha convertido en
una especie de “tribunal invisible de la verdad”. No son necesarias las
prohibiciones directas, las normas que antes te ensañaban tus padres
ahora te las inculca el gobierno. A falta de padres distintos, las
mismas normas para todos los hijos. No hay matices que valgan, ya el
relato contiene el perfil tanto del dios como del diablo que
protagonizan la historia. Los cómplices de la caricatura de guerra
(hasta las polarizaciones se inventan) se han puesto de acuerdo para
anunciar la “buena nueva”: por fin, después de tanta diatriba, se ha
conseguido el gusto exacto de las mayorías (A cambio de silenciar la voz
única de cada persona). ¿Pensará alguien que existe una forma más
perfecta de consolidar la autocensura?
La
franquicia del verbo de la unanimidad, como toda franquicia, carece de
ideología. Igual la pueden adquirir gobiernos de derecha y de izquierda.
Lo que sigue es la alteración de los significados y el saqueo de los
contenidos. Se trata de gobernar por encima del ruido que perturba la
cotidianidad de las mayorías. Si desde siempre para la filosofía fue más
importante las preguntas que las respuestas, ahora, gracias al “traje
de la realidad a la medida”, la resignación no necesita ni de preguntas
ni de respuestas. Habría que profundizar en las formas cómo cada
(verdadera) oposición está cuestionando la realidad de su país, pues el
entramado de la franquicia es más complejo de lo que a simple vista
parece (y la honestidad muchas veces no sabe para quién trabaja). Desde
el verbo esta forma de poder impone todas las reglas de su realidad (Se
cambia el sentido de las palabras y se retrae -tanto como se dispersa-
la interpretación). Mercado, capitalismo, socialismo, derecha,
izquierda, revuelta, reformismo, revolución. Todas las palabras son
válidas para ejecutar el mismo sistema. El orden de los factores no
altera los resultados. Gana el poder y pierde el pueblo.
La
confusión de los contenidos nos está haciendo perder la perspectiva del
camino. No hay mirada, no hay oído. Una extraña detonación nos
fragmentó el orden de las cosas. No hay rutas distintas a la ruta que
nos dibujaron los dueños de la franquicia. No hay espacio para formar
parte de un nuevo intento. Nos hemos extraviado entre las cenizas de la
noción masa. El director ordena cada (des) movimiento. La suma de todas
las voces podría dar como resultado un terrible grito sin sentido (y la
consecuente sordera de los participantes). Una suma sólo tendrá
coherencia si se respeta el valor de cada una de sus partes. La nueva
inquisición cambió la hoguera por el ruido. Podrás criticar al sistema
todo lo que quieras pero igual tu voz se perderá en el carnaval de los
(des) contenidos. Serás la bruja que arda en el fuego interno de tu
cuestionamiento. El problema de la unanimidad es que desde arriba la
controla quien en secreto se sabe diferente. En contrapeso, la
subjetividad también se libera desde la distinción de las partes. Ser
otro (s), recuperar la mirada, el oído, el ritmo, las sensaciones; el
espacio-tiempo. Abrir una (y otra) de las muchas puertas que nos sellan.
Ser sujeto en movimiento, el salto de los puntos. No aceptar las
paredes invisibles de las circunstancias. Ser un punto en rebelión. Ir
en busca del verdadero todo (como un factor más de sus múltiples
diferencias).
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