Artes y humanidades en la educación
Autor: Dario Valencia Restrepo
21 de Noviembre de 2011

Cuestión central de la educación debería ser una formación para la democracia y el ejercicio de una ciudadanía independiente, responsable e informada, consciente de los procesos sociales y partícipe en el debate político. Pertinente lo que al respecto estableció la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos”.
Un completo programa de urgente aplicación en Colombia, otro país que piensa más en el desarrollo económico sin equidad que en el desarrollo humano.
Hoy más que nunca es indispensable el estudio rigoroso de la historia para entender el presente, así como el aporte de filósofos que no escriban para sus colegas sino para los seres comunes y corrientes que intentan dar sentido a sus vidas y que buscan respuestas ante las incertidumbres y desastres del mundo actual.
Con propiedad señala Martha C. Nussbaum, en su libro “Sin fines de lucro – Por qué la democracia necesita de las humanidades”, que las materias de ciencia y tecnología se deben impartir con la mayor calidad, pero no debe olvidarse que con la formación en artes y humanidades se pueden adquirir las capacidades de desarrollar un pensamiento crítico, de trascender las lealtades nacionales y afrontar los problemas internacionales como “ciudadanos del mundo” y de imaginar con compasión las dificultades del prójimo.
De otra parte, el gran pedagogo y Premio Nobel de Literatura Rabindranath Tagore, cuyos métodos revolucionaron la educación en la India pero que hoy están olvidados, escribe algo que resulta increíble cuando registramos que proviene de 1917: “La historia ha llegado a un punto en que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio, casi sin saberlo, al hombre comercial, al hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por los avances del progreso científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”.
La formación artística estimula atributos básicos de utilidad para la vida social y en particular también para las profesiones científicas, técnicas y administrativas. El estudio y práctica de actividades como música, danza, cine y teatro propicia el trabajo en equipo, la comunicación con otros y las habilidades creativas y de innovación, todo ello transferible y aplicable a otros campos. A su vez, los talleres de artes visuales permiten entender realidades y relaciones no expresables cuantitativamente o en palabras. Agregaríamos que la educación estética conduce a formas éticas superiores, tal como lo ponen de presente los programas musicales dirigidos a los jóvenes de menores recursos en Colombia y sobre todo en Venezuela con el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles.
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