martes, 31 de mayo de 2011

"LA CONSULTA A LA MAQUINARIA SIN MORAL Y SIN VOTOS", PALOMA VALENCIA LASERNA EN EL ESPECTADOR


Opinión |30 Mayo 2011 - 10:52 pm

Paloma Valencia Laserna

La consulta a la maquinaria sin moral y sin votos

Por: Paloma Valencia Laserna

El ejercicio de las consultas populares dejó lecciones que no deben pasar desapercibidas, pues señalan graves problemas de la ley de reforma política y requieren acciones.


La democracia vive una crisis evidente: las protestas en el medio oriente, las de la puerta del sol en España, los crecientes índices de abstención en todas partes así lo demuestran. Colombia no es la excepción. El ejercicio del poder del pueblo a través de la representación parece cada vez más insuficiente. Las grandes mayorías se quedan al margen de las decisiones. Se trata de una mezcla de cosas: la transfiguración de la política en un negocio donde gente  inescrupulosa invierte dinero que luego recuperan con creces, pues se apropian del erario en complicidad con contratistas. Estados fallidos, incapaces de resolver las necesidades de la sociedad, y que aún en la solución de los problemas rutinarios fracasan… y lo más grave; la perdida del valor simbólico del voto.
La democracia moderna se cimenta en la convicción de que el voto le da a los ciudadanos un plano de igualdad, donde desaparecen todas las distinciones y todas las voces son oídas y tienen el mismo valor. Las mayoritarias triunfan, pero las minorías adquieren representación según su magnitud. El voto debería ser apreciado y bien pensado. Debería ser un momento cúspide de libertad, donde se celebra un proceso histórico que aboga por la igualdad. Pero las mayoría de los votantes lo utilizan con la misma gratuidad con la que lo obtuvieron; es una herencia poco valorada que se vende por un mercado, un billete y a veces por una promesa.
Una consulta para la selección de los candidatos tendría sentido si todo el potencial electoral tomara parte. Elegir un candidato no es elegir un Alcalde, se trata de dar los lineamientos sobre cómo será el debate, pues son los candidatos quienes determinan la naturaleza y desarrollo de las campañas. Votar por los buenos candidatos, derrotar las maquinarias, sería más sencillo en las consultas, pero los colombianos son indiferentes al proceso. Como son pocos los electores libres que participan, sólo las maquinarias funcionan. Esta consulta costó 80 mil millones y sirvió tan solo para mostrar el tamaño del engranaje clientelita conservador, y reafirmar a los gamonales en las regiones.
Las consultas tampoco tienen efectos reales; si quienes –con esfuerzo- atraen a los ciudadanos que protestan contra las directivas son derrotados, se diluyen, no obtienen ninguna representación. El partido además los obliga a  aceptar la imposición de la maquinaria. Antes de la reforma política era posible mantener listas disidentes que competían en las elecciones para los cargos públicos –donde concurren más electores- y ahí en el ejercicio democrático se puede derrotar lo establecido. La idea de la reforma era fortalecer los partidos y procurar una representación ideológica y no personalista. Lo cierto es que nos quedamos sin lo uno y sin lo otro, con la supresión de la disidencia sólo queda una directiva incrustada e inamovible.
Es evidente que semejante cantidad de dinero hubiera sido mejor invertido en otras cosas, pues este ejercicio no aportó nada a la democracia pero sí mucho a los protervos encaramados en maquinarias sin moral.
Se evidenció también el desprestigio del Partido Conservador. La votación casi nula en el país muestra de que los escándalos de corrupción de las directivas han hecho mella en el buen nombre de la colectividad. Los bienes de mafiosos, las notarias, la inmoralidad rampante hacen daño; la directiva involucrada debió renunciar, todavía tiene que hacerlo, como quedó claro.

"LOS JÓVENES Y EL CAMBIO", ÁLVARO LÓPEZ EN EL MUNDO DE MEDELLÍN

POSIHÜEICA
Los jóvenes y el cambio
Autor: Alvaro T. López
30 de Mayo de 2011



Cuando las sociedades adoptan su propio ordenamiento, se parte de la concepción ética de los ciudadanos que conforman el poder legislativo, y en general la de las élites reinantes...

Cuando las sociedades adoptan su propio ordenamiento, se parte de la concepción ética de los ciudadanos que conforman el poder legislativo, y en general la de las élites reinantes, para entronizarla como la norma universal que supera y se impone a la individualidad de los habitantes de un estado.  Esto es lo ideal, cuando la suma de los ciudadanos escoge de entre sus hombres y mujeres a los mejores, a los más preparados, a los que más conocen a su pueblo, a los que pueden preservarlos de la destrucción de las instituciones y la decadencia. Pero ¿qué pasa cuando la sal se corrompe? ¿Qué hacer cuando la dirigencia política, parece que en un gran porcentaje, se compromete en casos de corrupción y mal gobierno?

Puede ser un problema de difícil solución, si se tiene en cuenta que se trata de la desviación funcional de los precisamente expertos en el tema, que se aseguran por múltiples medios y mecanismos de que su enorme poder no sea menguado por nada ni por nadie.

Los partidos han sido reemplazados por movimientos emergentes, candidaturas avaladas por firmas que se recogen en la calle sin mayores dificultades, líderes de barriada que ayudan en la compra de conciencias, y por el comercio de avales. Los mismos corruptos de siempre engatusan a los muchachos que ilusionados se acercan a la política, con hipócritas mensajes de decencia y transparencia. Los cargos del estado reemplazaron las ideologías, para volverse fundamento político del grupo dominante.
Ya no hay regiones, ni actividades, ni partidos, exentos del escándalo de la corrupción. Los jueces probos y honestos, que son muchos, se quedaron solos pues la cúpula de la Justicia se dedica a perseguir enemigos personales y a amañar las pruebas. La Ingeniería ha quedado por el suelo, por cuenta de unos pocos que se favorecen de las prácticas corruptas que han permeado el sistema de contratación estatal. Los organismos de control del Estado, en muchos casos se han convertido en las terrorías de la oposición, sirviendo a los que conceden puestos y prebendas, y amedrentando, desalentando y escarmentando a los ciudadanos cumplidores de sus deberes, que creen firmemente en la acción del aparato para defender sus honra, vida y bienes.

Solo nos queda la esperanza de la revolucionaria mirada de la gente joven, que se decida por la construcción de una patria nueva, desoyendo a los malos que no asumen la política como la vocación de servicio que debe ser, sino como una actividad que empodera y enriquece, que se usa para fines propios y torvos. Les entregamos un país con muchos problemas, al borde de la liquidación, pero la educación y la experiencia ajena les deben servir a los que vienen, para tomar la decisión de construir su propio hábitat. Los nuevos, por edad, por actividad, tienen la obligación de hacer el cambio, y hay que comenzar por pedir cuentas y desechar a los malos. Los mayores podremos irnos en paz, cuando sepamos a los hijos y a los nietos tomando la bandera de la decencia y el orden. Hay que derrotar la maldad y la concupiscencia de las riquezas mal habidas.

"De todo un poco", escribe Pedro Juan González Carvajal en El Mundo

De cara al porvenir
De todo un poco

Autor: Pedro Juan González Carvajal
30 de Mayo de 2011



Recordemos a Artigas cuando dice: “Con libertad, ni ofendo ni temo”, y a Pitágoras cuando sentencia: “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.

Ahora que estamos en los preliminares de las contiendas electorales subnacionales, es importante reconocer que existen dos temas que por su magnitud exigen respuestas concretas por parte de los aspirantes: La primera, establecer propuestas viables y definir estrategias para enfrentar la corrupción que se apoderó del país y cómo establecer mecanismos de gobierno transparentes, no solo en la teoría, si no en la práctica, para evitar que el flagelo continúe dentro de sus administraciones. En ese orden de ideas, hay que reconocer que los cuatro grandes rubros presupuestales que se manejan a nivel planetario, sin que Colombia sea la excepción, son: Defensa, Infraestructura, Salud y Educación. Digamos que en lo regional y lo local, en un país centralizado como Colombia, el tema de la Seguridad está concentrado por el Gobierno Central, pero que los otros rubros, aún cuando están relacionados con temas de transferencias y regalías, son del resorte de Alcaldes y Gobernadores, y por lo tanto su responsabilidad es directa tanto para labores de mantenimiento y aseguramiento de cobertura, como de crecimiento y ampliación, debiendo estar signados por una innegociable eficiencia en su manejo, lo cual redunda en la reclamada transparencia de hoy en día. A partir del nombramiento de profesionales idóneos y pulcros en la cabeza de estos asuntos, ¿Será que necesitamos desde los poderes ejecutivos locales, implementar instancias de Auditoría y Control dedicadas exclusivamente a cada uno de estos rubros?  No por seguir haciendo más de lo mismo, obtendremos resultados distintos, ni por acuñar eslóganes ni lemas de campaña que suenen apropiados. El otro asunto es el invierno inclemente que nos azota y nos seguirá afectando, y que está haciendo y que hará que todas las propuestas de gobierno en un momento determinado, tengan que ser modificadas para concentrarse en labores de prevención y atención de desastres y en actividades de reconstrucción.

Un segundo asunto tiene que ver con la necesidad de que “todas las fuerzas vivas del país”, hagan sus aportes, desde el conocimiento, sobre el proyecto de Ley que pretende reformar la Educación Superior, y no sólo desde su particular interés o desde su ignorancia y desinformación, con el fin de que nos equivoquemos lo menos posible en un tema  estructurante para el futuro del país. ¿Será que con una actualización de la actual Ley, incorporamos  lo que hoy se presenta como necesario? ¿Definitivamente necesitamos una Ley nueva que oriente esta actividad? El tema de la financiación de la Educación Superior está en el ojo del huracán y es la objetividad y la responsabilidad con los altos intereses de la nación, lo que nos permitirá optar por el camino menos malo. Hace algunos años, dejamos acabar el Instituto de Fomento Industrial IFI, que tanto bien le trajo a algunas propuestas de generación de riqueza a todo el país. ¿No será posible crear un IFI para la financiación de la necesaria investigación que requerimos, así como para potenciar los pocos o muchos emprendimientos que pasen de la etapa de incubación a la de empollamiento?

Un tercer asunto tiene que ver con el hecho de que la ONU ha declarado el 2011 como el año Internacional de los  afrodescendientes. Nada más pertinente en un mundo que se vanagloria en términos retóricos de respetar la igualdad y ejercer la tolerancia, lo cual no es evidente, por el cúmulo de acciones contrarias que se evidencian en la realidad. A nuestros hermanos afrodescendientes y con ellos a todas las comunidades étnicas, culturales,  sexuales y las demás de todo tipo, nuestra voz de respeto y de tolerancia con la diversidad.

Recordemos a Artigas cuando dice: “Con libertad, ni ofendo ni temo”, y a Pitágoras cuando sentencia: “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.

domingo, 22 de mayo de 2011

SOBRE LA PROFESIÓN DE ABOGADO, JORGE ARANGO MEJÍA EN EL MUNDO DE MEDELLÍN

http://www.elmundo.com/portal/resultados/detalles/?idx=177871

La Profesión De Abogado
Autor: Jorge Arango Mejía
21 de Mayo de 2011



Hay una obligación sagrada para los abogados: el secreto profesional. Y es tanta su importancia que, según un sabio anónimo, “si los abogados dijeran cuanto saben, el mundo se acabaría.”

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Sobre la profesión de abogado hay conceptos erróneos, tanto entre los legos como entre los dedicados a ella. A manera de ejemplo, pueden citarse algunos: que su finalidad es permitir el quebranto de las leyes o su interpretación en contra de sus finalidades; que solamente busca encubrir las faltas o hacer imposible su sanción; que la única finalidad de quienes la practican es el enriquecimiento; que su objetivo no es la justicia sino la defensa  de los intereses del cliente; que en ella todos los medios son válidos si permiten alcanzar el fin. Es fácil demostrar la equivocación en que incurren los que así piensan.

El abogado es un colaborador del juez, cuya misión es la correcta aplicación de la ley. No es un adversario, pues la tarea de los dos, rectamente entendida, es la misma: lograr que se haga justicia. Por eso, no puede el abogado tratar de confundir al juez. Debe limitarse a exponer con claridad los hechos y decir, sencillamente, cómo ellos encajan en la norma de la cual surge el derecho. Los escritos farragosos crean dudas y hacen difícil el camino hacia una decisión acertada y justa. Cuando de redactar una demanda se trata, o cuando se analizan las pruebas, conviene seguir el consejo de don Quijote al criado de maese Pedro: “Llaneza muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala.”

Al cliente hay que defenderlo sin apartarse de la ley y guiándose siempre por la buena fe. No hay ningún interés particular cuya importancia autorice salirse de esos límites.

Es lógico, es natural, considerar el ejercicio de la profesión como una fuente de ingresos para una vida decorosa. Pero el que la tenga como una vía hacia el enriquecimiento fácil, hará bien en buscar otra ocupación.  Un viejo principio enseña que “lo que sirve para determinar el valor de un abogado no es el número de asuntos que defiende, sino el de los que rechaza.”

Según otra frase llena de sabiduría, “la profesión de abogado perdería su grandeza si los clientes no fueran ingratos.” Sólo al que está convencido de ejercer la más noble de las profesiones, le basta con haber conseguido el triunfo de la ley, y  no le importa que el cliente al que sirvió con desinterés y eficacia, no le agradezca. Por desgracia hay quienes creen (especialmente cuando el abogado no les  cobra por su trabajo) que fueron ellos quienes le hicieron un favor, al confiarle un asunto de tanta importancia. Razón tuvo el que dijo: “El cliente se incomoda a menudo con el abogado que le cobra honorarios, y se malquista siempre con el que lo defiende gratis.” Menos mal que la conducta de esos malagradecidos trae consigo una enseñanza: no esperar nunca gratitud, planta que pocos cultivan.

Otro mal hábito que se ha generalizado es el de atender los litigios en los medios de comunicación y no en los juzgados. Al cliente se le defiende en el proceso, con la presentación de las pruebas de los hechos que le favorecen y con  el análisis de las normas jurídicas en que se basan sus pretensiones.

Y peor aún es la costumbre de los jueces y magistrados que no se contentan con dirigir el proceso y adoptar las decisiones previstas en éste, sino que salen a explicarlas y a ampliarlas en la prensa, como si tales decisiones no tuvieran que ser completas, contener los hechos, las normas aplicables y la resolución. Hace falta una ley que prohíba expresamente a los que administran justicia, dar declaraciones sobre los negocios a su cargo o entrar en controversias públicas sobre sus fallos.

Hay una obligación sagrada para los abogados: el secreto profesional. Y es tanta su importancia que, según un sabio anónimo, “si los abogados dijeran cuanto saben, el mundo se acabaría.”

Mucho más podría escribirse sobre este tema, a sabiendas de que, en medio de la corrupción imperante, es lo mismo que predicar en el desierto. Hay que conservar la esperanza de que en este campo, como en todos los demás, la sociedad progresará.

sábado, 21 de mayo de 2011

UNA REFLEXIÓN HISTÓRICA: LA CARTA DEL JEFE SEATTLE

El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Wáshington. A cambio, promete crear una “reservación” para el pueblo indígena. El jefe Seattle responde en 1855:

"El gran jefe de Washington manda palabras: Él desea comprar nuestra tierra. También manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto es muy amable de su parte, ya que nosotros sabemos que él tiene poca necesidad de nuestra amistad. Pero nosotros tenemos en cuenta su oferta, porque nosotros sabemos que si no lo hacemos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. Lo que el jefe Seathl dice es que el Gran Jefe en Washington puede contar con las palabras del Jefe Seathl, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas. Ellas no se ocultan.

¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Hasta ahora nosotros no somos dueños de la frescura del aire ni del resplandor del agua. ¿Cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada porción de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente.

Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él un pedazo de tierra es igual a otro, porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemigo, y cuando la ha conquistado, sigue adelante. Deja las tumbas de sus padres, los derechos de nacimiento de sus hijos son olvidados. Su apetito devorará la tierra y sólo dejará atrás un desierto. La vista de sus ciudades duele en los ojos del hombre. Pero talvez es porque el hombre pielroja es un salvaje y no entiende.

No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas de la primavera o el susurro de las alas de los insectos. Pero talvez es porque yo soy un salvaje y no entiendo. El ruido sólo parece insultar los oídos. Y ¿qué queda de la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito del pájaro nocturno o los argumentos de las ranas alrededor de un lago en la noche? El indio prefiere el suave sonido del viento horadando la superficie de un lago, el olor del viento lavado por una lluvia del mediodía o la fragancia de los pinos. El aire es valioso para el hombre pielroja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración: las bestias, los árboles, el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre que muere por muchos días, es indiferente ante la hediondez.

Si decido aceptar, pondré una condición. El hombre blanco deberá tratar las bestias de esta tierra como hermanos. Yo soy un salvaje y no entiendo otro camino. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que pasaba en el tren y los mataba. Yo soy un salvaje y no entiendo cómo, el caballo de hierro que fuma, puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué es el hombre sin las bestias? Si todas las bestias desaparecieran, el hombre blanco moriría de una gran soledad en el espíritu, porque cualquier cosa que les pase a las bestias también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la tierra herirá también a los hijos de la tierra.

Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristeza y contaminan su cuerpo con comidas dulces y bebidas fuertes. De poca importancia será el lugar en donde pasemos nuestros días -quedan muy pocos-. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos, y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez existieron sobre esta tierra, o que anduvieron en pequeñas bandas en los bosques, quedará para lamentarse ante las tumbas de una gente que fue otrora poderosa y tan llena de esperanzas como ustedes. Una cosa nosotros sabemos, que el hombre blanco puede descubrir algún día. Nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede pensar ahora que es dueño de Él, así como usted desea hacerse dueño de nuestra tierra. Y Su compasión es igual para el hombre blanco y el hombre pielroja. Esta tierra es preciosa para Él y hacerle daño a la Tierra es amontonar desprecio en torno a su Creador.

Los blancos también pasarán, talvez más rápido que otras tribus. Continúe contaminando su cama y alguna noche terminará asfixiándose en su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos masacrados, los caballos salvajes todos amansados, y los rincones secretos de los bosques inundados por el aroma de muchos hombres, y la vista de la montaña repleta de esposas habladoras, ¿en dónde estará el matorral? Desaparecido. ¿En dónde estará el águila? Desaparecida. Y ¿qué es decir adiós a los prados y a la caza, al fin de la vida y al comienzo de la subsistencia? Nosotros talvez entenderíamos si supiéramos qué es lo que el hombre blanco sueña, qué esperanzas les transmite a sus niños en las noches largas de invierno, qué visiones le queman la mente para que puedan desear el mañana. Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros. Y porque tales sueños están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos será para aceptar la reservación que se nos ha prometido. Allí talvez podremos vivir como deseamos los pocos días que nos quedan. Cuando el último pielroja haya desaparecido en la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas tierras aún albergarán aún albergarán el espíritu de mi gente porque ellos aman la tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre.

Si nosotros les vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes el recuerdo de la tierra, tal como está cuando ustedes la tomen, y con todas sus fuerzas, con todo su poderío, y con todos sus corazones, consérvenla para sus hijos y ámenla así como Dios nos ama a todos. Una cosa sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes. Esta tierra preciosa para Él. Aún el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común".

martes, 10 de mayo de 2011

DUELO ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE: LEONARDO BOFF EN EL PAÍS DE COSTA RICA

Duelo entre la vida y la muerte

Leonardo Boff (*)

Fuente: elpais.cr  | 30/04/2011
En uno de los más bellos himnos de la liturgia cristiana de Pascua, que nos viene del siglo XIII, se canta que «la vida y la muerte trabaron un duelo; el Señor de la vida fue muerto, pero ahora reina vivo» Este es el sentido cristiano de la Pascua: la inversión de los términos del combate. Lo que parecía derrota era en verdad una estrategia para vencer al vencedor, es decir, a la muerte. Por eso la hierba no creció sobre la sepultura de Jesús. Resucitado, garantiza la supremacía de la vida.

El mensaje viene del campo religioso que se inscribe en lo más profundo del ser humano, pero su significado no se restringe a él. Adquiere una relevancia universal, especialmente en los días actuales, en que se traba física y realmente un duelo entre la vida y la muerte. Este duelo se realiza en todos los frentes y tiene como campo de batalla el planeta entero, envolviendo a toda la comunidad de vida y a toda la humanidad.

Ocurre esto porque, tardíamente, nos estamos dando cuenta de que el estilo de vida que escogimos en los últimos siglos implica una verdadera guerra total contra la Tierra. En el afán de buscar riqueza, y aumentar el consumo indiscriminado (el 63% del PIB norteamericano está constituido por el consumo, que se ha transformado en una cultura consumista real) todos los recursos y servicios posibles de la Madre Tierra están siendo saqueados.

En los últimos tiempos ha crecido la conciencia colectiva de que se está entablando un verdadero duelo entre los mecanismos naturales de la vida y los mecanismos artificiales de muerte desencadenados por nuestro sistema de vivir, producir, consumir y tratar los residuos. Las primeras víctimas de esta guerra total somos los propios seres humanos. Gran parte vive con insuficientes medios de vida, favelizados y súper explotados en su fuerza de trabajo. Lo que ahí se esconde de sufrimiento, frustración y humillación es indecible. Vivimos tiempos de nueva barbarie, denunciada por varios pensadores mundiales, como recientemente Tsvetan Todorov en su libro El miedo a los bárbaros (2008). Estas realidades que verdaderamente cuentan porque nos hacen humanos o crueles, no entran en los cálculos de los beneficios de ninguna empresa y no son consideradas en el PIB de los países, con excepción de Bután que estableció el Índice de Felicidad Interna de su pueblo. Las otras víctimas son todos los ecosistemas, la biodiversidad y el planeta Tierra como un todo.

Recientemente, el premio Nobel de economía Paul Krugmann revelaba que 400 familias norteamericanas detentan ellas solas una renta mayor que la del 46% de la población trabajadora estadounidense. Esta riqueza no cae del cielo. Se hace por medio de estrategias de acumulación que incluyen trampas, súper especulación financiera y puro y simple robo, fruto del trabajo de millones de personas.

Para el sistema vigente, y debemos decirlo con todas las letras, la acumulación ilimitada de ganancias es considerada como inteligencia, la rapiña de recursos públicos y naturales como destreza, el fraude como habilidad, la corrupción como sagacidad y la explotación desenfrenada como sabiduría gerencial. Es el triunfo de la muerte. ¿Será posible que en ese duelo lleve la mejor parte?

Lo que podemos decir con toda seguridad es que en esa guerra no tenemos ninguna posibilidad de ganar a la Tierra. Ella existió sin nosotros y puede continuar sin nosotros. Nosotros sí la necesitamos a ella. El sistema dentro del cual vivimos es de una espantosa irracionalidad, propia de seres realmente dementes.

Analistas de la huella ecológica global de la Tierra nos advierten de que, debido a la conjunción de las muchas crisis existentes, podremos conocer en un futuro no muy lejano tragedias ecológico-humanitarias de extrema gravedad.

En este contexto sombrío cabe actualizar y escuchar el mensaje de Pascua. Posiblemente no escaparemos a un doloroso viernes santo, pero después vendrá la resurrección. La Tierra y la Humanidad todavía vivirán.

(*) Teólogo

lunes, 2 de mayo de 2011

"EL AMBIENTE FRENTE AL ABUSO DEL DERECHO", José Gregorio Hernández en El Universal

 

http://www.eluniversal.com.co/columna/el-ambiente-frente-al-abuso-del-derecho

El ambiente frente al abuso del derecho


JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO


Emmanuel Kant concebía el Derecho como el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos. Es decir, dentro de un concepto de equilibrio y razonabilidad, la libertad y los derechos individuales no son absolutos; terminan donde principian la libertad y los derechos de los demás, de tal modo que el uso desmedido de las propias libertades y derechos, que lesiona la libertad y los derechos de otros, es ilegítimo y no está amparado por el ordenamiento jurídico.
En el Derecho moderno impera el criterio según el cual todas las personas deben tener garantizados por un Estado Social y Democrático todos los derechos esenciales, que les corresponden en razón de la dignidad humana. De allí se derivan a la vez valores jurídicos como la igualdad, la tolerancia y el pluralismo, hoy incorporados explícitamente en la Constitución colombiana de 1991.
Ese mismo Derecho moderno rechaza la concepción absoluta de los derechos individuales. Al individuo éstos sólo le son reconocidos como tales en la medida en que no colidan con los derechos de los otros, ni con los de la colectividad, ni con el orden jurídico.
De modo que los derechos del individuo son eminentemente relativos y su ejercicio se encuentra supeditado al cumplimiento de las obligaciones, deberes y cargas que el sistema jurídico consagra en cabeza de quien los invoca.
En consecuencia, como lo dice el artículo 95 de nuestra Carta Política, “el ejercicio de los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución implica responsabilidades”. Y toda persona está obligada -dice la norma- a “respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios”.
Hace muchos años, el jurista Zacharías, para mostrar en qué consiste el abuso del derecho, traía el ejemplo de un abogado que cantaba para molestar a su vecino.
Josserand y Planiol, entre otros doctrinantes, desarrollaron el concepto del abuso del derecho, y códigos civiles de vieja data, como el español, declaran que la ley no ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Y entre nosotros, los derechos subjetivos se protegen mientras su ejercicio no sea contra derecho ajeno.
El abuso del derecho, por su misma definición, no es el derecho sino que corresponde a lo que excede el derecho. Como decía Planiol, si hay abuso, no hay derecho. En otros términos, quien abusa de su derecho pisa terrenos distintos a los de su derecho; afecta los derechos sociales u otros derechos individuales, y por tanto carece de la protección propia del sistema jurídico, de la cual escapan los actos abusivos.
Conviene refrescar estos conceptos a propósito de los empresarios particulares que, abusando de su libertad de empresa y de sus derechos, han contaminado el ambiente, talado los bosques, envenenado los ríos, acabado con las especies animales, robado terreno público en aras de sus egoístas intereses, enturbiando el ambiente de las ciudades y los campos, con todo lo cual -como se recordaba el Viernes Santo, día de la tierra- han hecho todo lo posible por destruir el planeta.

*Abogado